sábado, 22 de noviembre de 2008

CARMENPERUCITA Y EL LOBO FALAZ

Había una vez, no hace mucho tiempo, una señora neo-con y ultraliberal que gobernaba en la Comunidad de Madrid. EsperanZita, que éste era su nombre, quería aplicar a los Servicios Públicos la receta que pregonaba a los cuatro vientos su buen amigo Gerardo Díaz Ferrán, el día de su nombramiento como presidente de la CEOE: “la mejor empresa pública es la que no existe”.
Su pertinaz empeño para convertir los Servicios Públicos en negocios rentables para empresas privadas, le llevó a hablar con una pupila suya: la Pssejera Lucy Fi, que vivía unas calles más abajo, en Alcalá treinta y tantos.
-Lucy Fi –le dijo- yo he sido menestra de educación y he leído incluso las obras completas de Sara Mago. Encárgate de modernizar la educación pública; y al decir “encárgate” –continuó- me refiero a que te la cargues.
Lucy Fi (apócope del vocablo Lucyferino), que era un valor en alza y con aspiraciones populares le respondió:
-Dalo por hecho, EsperanZita. Tus deseos son órdenes para mí (y viceversa –pensó).
A Lucy Fi esta misión le pareció sencilla. Sólo se trataba de continuar la labor ya iniciada; por eso envió sin dilación un "esemeese" a una de sus colaboradoras para quien este trabajito sería pan comido:
-Carmencita, hija, quiero que lleves unos presentes con poco futuro a la Red de orientación.
Carmencita, que tenía amplia experiencia en gestión educativa por su acreditada eficacia para tramitar regalos de empresa, se puso manos a la obra y, sin pensárselo dos veces, preparó una cestita con unas cuantas morcillas, bastantes paquetes de jamón Pérez-York y yogures activos Delibia en abundancia y ampliamente caducados (Fecha de caducidad: 20-nov-1975).
Por supuesto, no se olvidó de incluir algunos fascículos con lecturas apasionantes como: “el decretazo de educación infantil”, “la desaparición de los CAP”, “cómo regalar suelo público para colegios privados” o “la externalización de Servicios públicos”.
Poniéndose la caperucita roja, salió más tiesa que una mojama dispuesta a llevar la merienda a la Red de Orientación.
La Red de Orientación (del inglés “nido de rojos”) era una señora que llevaba funcionando muchos años en toda la Comunidad. Su casa necesitaba reformas como pintar los interiores, aumentar la potencia de luz o reforzar su estructura; con ello la vivienda podía seguir funcionando y aumentar su eficacia.
Claro que, para Carmencita, Lucy Fi, Esperan-Zita y sus amiguitos, tirar el edificio de la Red de Orientación suponía, además, que el solar quedaba allanado y disponible para el mejor postor (o impostor).
Nuestra Caperucita Roja, en vez de coger el camino hacia la vivienda de la Red de Orientación, se desvió a propósito por una senda del bosque en donde sabía que iba a encontrarse, sin duda alguna, con el lobo falaz. Y así fue.
-Bueeenas, Carmencita; ¿a dónde vas tan radiante con tu cestita, intuyo que repleta de viandas, y tu caperucita roja?-le dijo el lobo engolando la voz para transmitir que aquellos eran sus dominios- .
-Voy a llevarle esta merienda a la Red de Orientación –respondió Carmencita descubriendo la cesta-.
Con una sola ojeada el lobo radiografió la cesta. Al ver las morcillas, el jamón Pérez-york, los asquerositos yogures Delibia (de la casa Aly Deli) y los fascículos de lectura, se le iluminó la cara y le pareció una oportunidad que no podía desaprovechar.
-Me parece una dieta muy apropiada –dijo el lobo sabiendo que la Red de Orientación era vegetariana.
-Es justo lo que quería oír –replicó Carmencita de inmediato- No en vano tú eres el corazón del bosque, el corazón de la educación y EsperanZita quiere convertirte también en el as de corazones.
-Por supuesto; sin duda somos un complemento específico para transportar esa cesta –Concluyó el lobo poniendo énfasis en las palabras “complemento específico”-; Como conocedor de estas tierras puedes contar conmigo y con mis compañeros para ese cometido.
Sabía el lobo que muchos de sus compañeros estaban de acuerdo con la Red de Orientación, pero era él quien estaba hablando en ese momento con Carmencita. De un salto se plantó a la vera de la susodicha y juntos se fueron cantando y silbando hacia el edificio de la Red de Orientación.
El lobo se relamía pensando en la posibilidad de coger un trocito de la Red de Orientación para su propiedad y manejarlo a su antojo; Camencita balanceaba gustosa la cesta dejando al aire las morcillas.
No está claro el final del cuento porque en este punto se le acabó la tinta al bolígrafo del amanuense y el manuscrito es difuso e ilegible.
Unos apuntan que la Red de Orientación desapareció por la ingestión de las morcillas, del jamón Pérez-York y por el fétido tufillo de la yogurtina Delibia.
Otros sostienen que en un recodo del camino el lobo y Caperucita tropezaron, saliendo la cesta disparada al río por exceso de balanceo; en un primer momento quedó “ralentizada” en un remanso, pero luego se precipitó aguas abajo con rapidez y, como suele decirse, de Gutiérrez nunca más se supo.
No faltan quienes piensan que el final aún está por escribir y, admitiendo que el pronóstico es reservado, es posible escribirlo entre todos-as si estamos unidos.
Querer es poder.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Esta mañana una maestra me invitó a contarle un cuento a sus alumnos de cuatro años. Una niña quiso contar el cuento de Caperucita Roja a sus compañeros. El cuento terminaba con el lobo con la barriga llena de piedras y precipitándose al rio. Esperemos que el lobo de este cuento, la madrastra y la caperucita perversa, acaben donde deben estar, o sea de cabeza al agua a ver si se les limpian las ideas de malos pensamientos.

Anónimo dijo...

Enhorabuena al autor/a de esta versión de cuento tan estupenda.

Podría dejar de ser un cuento y ser real o convertirse en un relatro breve o incluso novela,
pero importante que continuemos escribiendo el guión con todas las variaciones posibles. Preferible la construcción y la creación; que no nos den el guión escrito y completamente cerrado, eso es de productores y directores muy torpes.

Buenas vacaciones